


En el marco de los festejos por el centenario de Cabaña Anaya, conversamos con Ruben Figueredo, de 77 años, y Lilián Carlos Delgado, vecinos históricos que abrieron las puertas de la memoria para compartir cómo el esfuerzo y la unión de los primeros pobladores forjaron el barrio y lograron importantes mejoras, como la construcción de la sede social.
Contaron que el actual salón comunitario fue construido en la década del ’90. “Por esa fecha empezamos a hacer los pozos y levantar las paredes. Todo se hacía con el aporte de los vecinos”, recuerda Rubén. El terreno pertenecía a un vecino del barrio, que tenía un socio argentino con el que planeaban instalar una fábrica de butano. Como la sociedad se disolvió, finalmente decidió donar el predio a la comisión barrial. “Así se pudo levantar la sede, con esfuerzo y dedicación de todos”, relata con nostalgia.
Sobre cómo consiguieron los recursos, explicaron: “Los vecinos aportaron materiales, gestionaron hierros y puertas. No fue solo levantar paredes, hubo mucha colaboración, y cada mano era bienvenida. También la Intendencia nos ayudó”. Rubén agrega: “Yo era chico, mi madre venía a trabajar a la obra, me traía y me pasaba todo el día acá”.
Ambos recuerdan con emoción la participación de muchos vecinos que ya no están: Libio Sanguinetti, Aníbal Carlo, la familia Metral, la familia Reyes, Doña Luz, Isabel Lecuna –quien fue tesorera y luego presidenta de la comisión–, entre otros. “Todos pusieron su granito de arena. De a poco, el salón se convirtió en el corazón del barrio”, narran.
Con los años, Cabaña Anaya fue creciendo. Lilián recuerda que hace más de 20 años se hizo un censo y había unas 3.000 personas: “Hoy ha crecido mucho, con nuevos vecinos extranjeros, venezolanos, cubanos...”.
Estos vecinos, que han vivido toda su vida en el barrio, rememoran los días en que los viejos pobladores recorrían distintos organismos públicos en busca de mejoras. “Todos colaboraron para traer la luz, el agua, el teléfono, para lograr calles más seguras y accesibles”, relatan.
Una de las anécdotas que Rubén comparte refleja el espíritu de comunidad que caracteriza al barrio: “Los vecinos eran tan unidos que lograron también la instalación de la luz en la avenida Luis Batlle Berres, en el tramo que iba desde Camino Curuzú Cuatía hasta Los Bulevares. Eso muestra la fuerza y la solidaridad que siempre tuvimos”. Enfatizó.
Cabaña Anaya no es solo un barrio: es memoria viva, trabajo colectivo y generaciones que han crecido dejando su huella. Para Rubén, Lilián celebrar los 100 años es también un homenaje a todos los vecinos que hicieron posible que el barrio sea lo que es hoy: un lugar donde la historia, la amistad y el sentido de comunidad se sienten pregonando.