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23 Años informando LA PRENSA MAYO
LA PRENSA DE LA ZONA OESTEDE LA ZONA OESTE
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Los creadores de la obra
Raquel Lejtreger y Javier Olascoaga,
dos hijos de ex presos políticos
oy a contarte por qué nos presentamos
Va este concurso y qué quisimos decir con
nuestro proyecto.
Para eso tengo que contarte acerca del día
en el que conocí la intemperie. Fue el 14 de
junio de 1977. Yo tenía 11 años, estaba en pri-
mer año de liceo e iba a ser un día como tantos.
Para esa mañana, mi papá, me dejaría en mi
liceo de camino a su consultorio. Me desperté
pensando en el ritual de ir al garaje, calentar el
auto, salir y dejarlo aún calentado en la calle,
esperar allí unos minutos mientras él corría y
se tomaba un cafecito en la barra del bar de
la esquina de Chucarro y Pereira y luego salir.
Pero ésto no pasó. Cuando me desperté me
dijeron que ya se había ido temprano, que mi
mamá también y que me fuera tranquila al liceo
en el ómnibus. Cuando volví esa tarde, mi casa
estaba llena de gente y allí supe lo que había
sucedido.
Quiero decirte que yo no recuerdo nada. Di-
cen que golpearon violentamente las puertas
en la noche, que decían que eran de las Fuer-
zas Conjuntas, que se despertaron los vecinos
de todo el edificio, que entraron y revolvieron la
casa, que fueron hasta su dormitorio que era al
lado del mío, que entraron con él a mi dormito-
rio y que él se despidió de mí y ya luego de eso
no pudo hacer más nada. Entre abrazos y lágrimas los ex presos políticos del Penal de Libertad, buscan su nombre en el Menorial.
Miles de veces busqué algún rastro de esa
noche en mi memoria, pero no está. Es un agu-
jero negro.
Después de eso, ya nunca me olvidé de
más nada. Después de eso, la intemperie.
Te puedo contar muchas cosas, como la si-
guiente vez que lo vi, dos meses después, en
el 9º de Caballería, con los lentes rotos, encor-
vado, caminando con unos pasitos dificultosos,
muy lejos de la imagen de mi papá, el dentista
siempre de traje que iba a salir aquel día a lle-
varme al liceo.
Y después ya fueron los años en el Penal de
Libertad. Preparar el pa-
quete del mes la noche
anterior a la visita, rallar
“El silencio se
rompe hablando el jabón de lavar porque
no lo dejaban pasar en-
y la memoria se
tero, escribir los 15 ren-
construye con las glones que me tocaban
palabras”.
de las cartas porque
sólo se podían 2 hojas
de 30 renglones y nos
teníamos que repartir; el
ómnibus de CITA de los miércoles a las 6 de la
mañana con mis hermanos y mi madre para ir
al Penal; bajar ahí muy cerquita del lugar don-
de estará el memorial; transitar el largo camino
en silencio y sólo oír el ruido de los pasos y del
viento; llegar al cartel que decía “EMR 1, Aquí
se viene a cumplir”. Ir al siguiente control de la
revisación abusiva; otra espera parados atra-
vesados por el viento cada vez más húmedo y
frío; llegar al lugar de la visita; escuchar la voz
de Amanda; entrar al patio de la visita de los
niños; las charlas, los mensajes, las miradas
de los otros; ver el mameluco gris con el 2257
en lugar del traje gris; la media hora de visita y
después volver.
Y toda esta descripción no te dice nada
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