Page 10 - Mayo 2018
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23 Años informando                                     LA PRENSA                                                                      MAYO
                                                                 LA PRENSA DE LA ZONA OESTEDE LA ZONA OESTE
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              Los creadores de la obra
          Raquel Lejtreger y Javier Olascoaga,




          dos hijos de ex presos políticos








              oy a contarte por qué  nos presentamos
          Va este concurso y qué quisimos decir con
          nuestro proyecto.
             Para eso tengo que contarte acerca del día
          en el que conocí la intemperie. Fue el 14 de
          junio de 1977. Yo tenía 11 años, estaba en pri-
          mer año de liceo e iba a ser un día como tantos.
          Para esa mañana, mi papá, me dejaría en mi
          liceo de camino a su consultorio. Me desperté
          pensando en el ritual de ir al garaje, calentar el
          auto, salir y dejarlo aún calentado en la calle,
          esperar allí unos minutos mientras él corría y
          se tomaba un cafecito en la barra del bar de
          la esquina de Chucarro y Pereira y luego salir.
          Pero ésto no pasó. Cuando me desperté me
          dijeron que ya se había ido temprano, que mi
          mamá también y que me fuera tranquila al liceo
          en el ómnibus. Cuando volví esa tarde, mi casa
          estaba llena de gente y allí supe lo que había
          sucedido.
             Quiero decirte que yo no recuerdo nada. Di-
          cen  que  golpearon  violentamente  las  puertas
          en la noche, que decían que eran de las Fuer-
          zas Conjuntas, que se despertaron los vecinos
          de todo el edificio, que entraron y revolvieron la
          casa, que fueron hasta su dormitorio que era al
          lado del mío, que entraron con él a mi dormito-
          rio y que él se despidió de mí y ya luego de eso
          no pudo hacer más nada.                         Entre abrazos y lágrimas los ex presos políticos del Penal de Libertad, buscan su nombre en el Menorial.
             Miles de veces busqué algún rastro de esa
          noche en mi memoria, pero no está. Es un agu-
          jero negro.
             Después de eso, ya nunca me olvidé de
          más nada. Después de eso, la intemperie.
             Te puedo contar muchas cosas, como la si-
          guiente vez que lo vi, dos meses después, en
          el 9º de Caballería, con los lentes rotos, encor-
          vado, caminando con unos pasitos dificultosos,
          muy lejos de la imagen de mi papá, el dentista
          siempre de traje que iba a salir aquel día a lle-
          varme al liceo.
             Y después ya fueron los años en el Penal de
                                Libertad. Preparar el pa-
                                quete del mes la noche
                                anterior a la visita, rallar
          “El silencio se
         rompe hablando         el jabón de lavar porque
                                no lo dejaban pasar en-
          y la memoria se
                                tero, escribir los 15 ren-
          construye con las     glones que me tocaban
              palabras”.
                                de las cartas porque
                                sólo  se  podían 2  hojas
                                de 30 renglones y nos
                                teníamos que repartir; el
          ómnibus de CITA de los miércoles a las 6 de la
          mañana con mis hermanos y mi madre para ir
          al Penal; bajar ahí muy cerquita del lugar don-
          de estará el memorial; transitar el largo camino
          en silencio y sólo oír el  ruido de los pasos y del
          viento; llegar al cartel que decía “EMR 1, Aquí
          se viene a cumplir”. Ir al siguiente control de la
          revisación abusiva; otra espera parados atra-
          vesados por el viento cada vez más húmedo y
          frío; llegar al lugar de la visita; escuchar la voz
          de Amanda; entrar al patio de la visita de los
          niños; las charlas, los mensajes, las miradas
          de los otros; ver el mameluco gris con el 2257
          en lugar del traje gris; la media hora de visita y
          después volver.
             Y  toda  esta  descripción  no  te  dice  nada





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