Otro de los lugares que el expresidente José Mujica frecuentaba con frecuencia era la Carnicería El Cimarrón, ubicada muy cerca de su chacra, en Camino O’Higgins y Leoncio López. Allí conversamos con Roberto Piaggio, responsable del local y vecino de Mujica desde hace décadas, quien nos compartió un emotivo testimonio sobre su relación con el exmandatario.

¿Cuándo y cómo conociste a José Mujica?

Lo conocí en 1993, cuando nos casamos con Annabel y vinimos a vivir a la casa que está justo detrás de la carnicería. Desde entonces, mi vínculo con él siempre fue de vecino y compañero.

¿Qué tipo de relación tenían?

A pesar de la diferencia generacional, nuestras charlas siempre fueron desde el respeto mutuo. Era imposible tener una conversación superficial con él; cada charla implicaba compromiso, profundidad, y te dejaba pensando.

¿Qué te dejó esa relación?

Creo que nos ha dejado grandes enseñanzas a todos, tanto como vecino como compañero. Para él, la vecindad no era solo compartir un barrio, sino también ser habitantes del mundo. Esa visión era algo que lo preocupaba y que transmitía en todo momento. Nos dejó también grandes deberes.

¿Cómo era convivir con alguien que, aunque cercano, también era una figura pública tan importante?

Aunque para nosotros era un vecino más, no era cualquiera. A veces sus interlocutores eran Obama, Putin o Rockefeller… ¡y aún así podías hablar con él de igual a igual! Él se encargaba de plantearlo de esa manera, con humildad y naturalidad.

¿Tenés algún recuerdo especial que te gustaría compartir?

Sí, muchos. Pero uno que recuerdo con mucho cariño fue en 2010, cuando asumió la presidencia. Lucía nos invitó a conocer la Estancia de Anchorena. Fuimos a acampar al río San Juan y visitamos la estancia presidencial. Compartimos una tarde hermosa, tomando mate con mi mamá, mis suegros y nosotros.
Resultó que “Pepe” y mi suegro habían sido compañeros en el Liceo Bauzá, e integrantes de la misma agrupación libertaria. Se dieron charlas muy interesantes sobre educación, especialmente en el proyecto de la UTU Agraria de Rincón del Cerro. Mi suegro era maestro jubilado, fue compañero de Julio Castro. Muy joven, al recibirse se fue a trabajar en escuelas rurales, amaba su profesión y era un gran conocedor en temas de educación. La Charla entre “Pepe” y él fue muy apasionada, de mucho conocimiento e intercambio.

¿Cómo terminó ese encuentro?

Cuando nos estábamos yendo, me acuerdo que nos habló a Marcio, mi hijo, y a mí. Nos preguntó: ‘¿Conocen Carmelo y el arroyo de las Vacas?’ Nos indicó cómo llegar, fuimos, lo conocimos y, como era verano, hasta nos bañamos en la playa de Carmelo.

¿Cómo definirías tu relación con él y con Lucía hoy?

Por suerte, los conocimos. Y podemos decir con orgullo que nunca cambiaron.
Esperamos que nuestra relación con Lucía continúe siendo tan cercana y auténtica como hasta ahora.