Quién en la zona Oeste no ha probado sus exquisitos productos o es cliente habitual de este viejo y querido comercio que los hermanos Juan y Mario Abate, han sabido perdurar en el tiempo, manteniendo la rica tradición del pan amasado y recién salido del horno, brindando no solamente la mejor calidad, sino acompañando el crecimiento de barrio, sin abandonar nunca la empatía y solidaridad con los vecinos. El pasado 14 de mayo el comercio más antiguo de la zona estuvo de festejos. Panadería Paso de la Arena cumplió sus 110 años de vida y para orgullo de sus propietarios, sigue siendo un referente y el preferido de los habitantes de toda la zona Oeste.
Varias son las generaciones de clientes que han pasado por este longevo comercio; sus hijos y nietos, esos que tantas veces entraron junto a sus padres a buscar la merienda para llevar a la Escuela Nº 150, continúan prefiriéndolo. Es que la calidad y dedicación que los hermanos Abate ponen en la elaboración de cada uno de sus productos, así como el buen servicio y el trato para sus clientes, hace la diferencia. Ya desde muy pequeños Juan y Mario, formaron parte de esa actividad hermosa, pero sacrificada que no conoce de domingos, ni feriados, que implica trabajar toda la noche para que a las 6 de la mañana el pan esté pronto y calentito, esperando a los madrugadores clientes.
Junto a su madre Haydée y su padre Juan Francisco, los niños fueron creciendo dentro de ese mundo mágico en la panadería de la ex Simón Martínez 6463, hoy avenida Luis Batlle Berres. Se hicieron adolescentes y estudiaron, pero pronto comprendieron que su verdadera vocación estaba allí en “la cuadra” amasando con sus propias manos y horneando el pan de cada día.

Juan y Mario dos hermanos que abrazan el oficio de panadero

Con la afabilidad que los caracteriza, los hermanos nos brindan una pequeña semblanza de la rica historia entorno a la panadería, a la que han dedicado casi toda una vida.
Desde el año 1986 cuando fallece Juan Francisco Abate, sus hijos se ponen al frente del negocio. “Hubo momentos difíciles, pero siempre los luchamos juntos”, asegura Mario.
Él comenzó a ayudar a su padre a repartir en la Ford A, cuando tenía 12 años. Y muy pronto se dedicó de lleno a la panadería. “Cuando terminé la escuela fui al liceo Nº 16 y no me gustó, entonces mi padre dijo: “acá se trabaja”; entonces trabajé por la noche en “la cuadra”, con un sueldo”. Así se sumergió rápidamente y con destreza en oficio, “Aprendí a amasar con Pedro Pereira, confitero y facturero”.
Sensiblemente emocionado Mario nos dice, “La panadería nos dio muchas satisfacciones junto a gente que ya no está, pero que nos dejó un gran aprendizaje”. Y añadió, “el barrio siempre estuvo, siempre nos brindó su apoyo en forma incondicional y eso es algo que mucho agradecemos”, enfatizó orgulloso el menor de los hermanos.
Por su parte Juan, tampoco ocultó su orgullo por lo logrado en tantos años y por el apoyo de los vecinos de esta vasta zona del Oeste montevideano. “Todo lo que hemos logrado ha sido a base de sacrificio”. “Y siempre he agradecido y agradezco, a la clientela del barrio y a los barrios adyacentes, que nos prefieren”. Aún es común ver a Juan amasar y hornear pan o bizcochos, aunque su especialidad es el Pan Dulce y Budín Inglés. “Aprendí con dos grandes maestros; -mi viejo siempre me decía que eran unos fenómeno- “El negro” Ramos y “El Cacho” González, él hoy tiene 82 años, vive en España y seguimos en contacto. Justamente el 14 nos llamó para saludarnos por el aniversario”.
El mayor de los hermanos nos sigue contando, “aprendí mucho de la parte de factura y pan; nunca confité. Para ser confitero hay que prestar más atención; aunque hacer ojitos, polvorones, alfajores de maicena, ese tipo de cosas que son las más sencillas, eso obviamente lo hago”.
Pero sin duda, su especialidad y lo que más le gusta hacer, es el Pan Dulce y el Budín Inglés; es por eso que si van en diciembre aunque haya 40 grados de calor, podrán ver a Juan elaborando artesanalmente cada uno de esas exquisiteces.
Siempre dispuestos a estar un paso más adelante y perfeccionarse han incorporado nuevas maquinarias y tecnología, que redundan en beneficio de un mejor producto.
Pero cuentan además, con algo que es una joyita y envidia de muchos; en el año ‘76 construyen uno de los hornos más grandes que existen en el ramo, cuenta con siete metros de ancho por ocho metros de largo; en él se continúa cocinando las exquisiteces a las que nos tienen acostumbrados.
¿Será el horno, las manos de quienes amasan, la dedicación y amor que le ponen Juan y Mario Abate, el secreto de que todo sea tan rico?
Para descubrir el secreto mejor guardado, seguiremos degustando los productos de Panadería Paso de la Arena.

¡Felicidades amigos, y por muchos años más!