Últimos años encontrarnos con el primer mandatario en alguna reunión, inauguración, o en la calle.
Sin duda un personaje icónico y querible para muchos, e ignorado por otros tantos que al pasar a su lado no imaginaban lo que escondía, un ser empático, solidario y leal a sus amigos.
¿Cómo estás mija? Decía cada vez que nos encontrábamos, esperando que yo lo llamara como siempre por su nombre, ¡Qué haces Julio César!
Cuando menos lo esperábamos, allá aparecía por la casa de mi madre; gran amigo de mis hermanos, lo invitaban a almorzar o a quedarse a dormir en noches gélidas.
Durante años lo recuerdo durmiendo en un auto en la estación de Bossio, o acompañando y peleándose por su querido “Hura”, y parado en una ventana del Bar Sityes.
No pudo ocultar su alegría el día que lo entrevistamos y recuerdo su amplia sonrisa cuando vio su foto y la nota en las páginas de LA PRENSA DE LA ZONA OESTE.
Nunca sabremos cuánto de cordura teñía Julio César, sin duda, mucho más de la que suponemos, pero después del golpe en su cabeza causado por un accidente de tránsito prefirió vivir a su manera, quizás para olvidar las adversidades y lo duro que la vida lo golpeó.
Quienes supimos entenderte un poco, te quisimos, aunque no hicimos lo suficiente por vos.
Vamos a extrañar tu deambular por el barrio.
Myriam Villasante