Renée tiene 83 años, pero trasmite mucha vitalidad y es una enamorada de la vida actual. Con su relato nos transporta a un mágico viaje de recuerdos, de principios de siglo XX. Nos cuenta cómo era la zona de Cabaña Anaya en su niñez, cuál era el medio de transporte, el esplendor de Santiago Vázquez, el reparto de leche y el tranvía, entre otras anécdotas...
El abuelo de Renée, el señor Antonio Haro se instala en la zona alrededor de 1870, su primera casa estuvo ubicada en Simón Martínez (hoy Luis Batlle Berres) y Cabaña Anaya. Allí nacieron sus hijos y en 1886 nace Pedro Haro, el padre de Renée. Cuando Pedro tenía 3 años, Antonio comienza la construcción de la nueva casa, en Simón Martínez casi Camino Los Orientales.
“... Me contaba mi padre que cuando mi abuelo comenzó la construcción de esa casa, lo sentaban en un petizo y pasa toda una tarde apisonando el terreno, ¡con sólo tres añitos! Esta casa está hecha toda de barro y se puede ver cómo se mantiene... Con el transcurso del tiempo, fue vivienda, pulpería, escuela, carnicería...”
“Detrás de la casa de mi abuelo, mi tío también compró una cuadra y construyó para luego casarse. Mi padre le compró la cuadra de Simón Martínez y Camino de Los Orientales, frente a donde estaba la casa de mi abuelo, a un señor de apellido Reyes. Esa casa se comenzó a edificar alrededor de 1903, por el Arq. Lisarazú, que también construyó en el mismo tiempo, la comisaría”.
...Mi padre, desde que se casó, tenía debilidad por los tambos, empezó comprando algunas vaquitas. Él, además trabajaba para el matadero de Denis, hacía las compras en la Tablada, luego hacían el charque y se exportaba. Después, mi padre compró un matadero en la Barra. Allí existían varios mataderos, los llamaban los corrales. Estos corrales no erar muy lindos, pero eran la vida de Santiago Vázquez. Fue un excelente momento económico, mi madre decía: “hay que ir a la Barra para ver plata”. En ese momento, existía el ferrocarril que iba a la Barra”.

¿Cómo era Luis Batlle Berres en esa época?

-No era ni siquiera Simón Martínez en ese momento, era Camino a la Barra. Yo la conocí siempre de macadán, (tipo de carretera o pavimento construido de piedra) pero mi madre la conoció de tierra. Me acuerdo que un dos de setiembre, no sé de qué año, se hizo el cambio de sentido de la circulación.
Luego mi padre compró otro tambo en el Rincón del Cerro, para ampliar el que tenía; mi madre lo rezongaba, luego agregó otro, en el kilómetro 42, eran los campos de Platero, en el Departamento de San José”.

¿Cómo se comercializaba la leche?

-El reparto de leche se hacía en una jardinera, del Rincón del Cerro llegábamos a Cebollatí y Jackson. La leche valía 10 centavos en invierno y 8 en verano. Mi padre fue socio fundador de Conaprole. Primero fue Aprole, después Conaprole. Cuando se cumplieron los primeros 50 años, a mi padre le dieron una medalla de oro.

¿A qué escuela asistió?

-Fui a la escuela de Rincón del Cerro y mi hermana que era unos años menor, fue a la escuela de la Estación Llamas.

¿Usted ayudaba en las tareas de la casa?

-Sí, mi trabajo era cuando llegaba el repartidor ocuparme de anotar la venta de leche, hacer las cuentas porque la leche se pagaba por mes. Después pasó a hacerlo mi hermana. Cuando falleció mi padre, seguimos poco tiempo con el tambo, mi madre estaba muy cansada, ella cocinaba para todos los peones.

La radio fue todo un adelanto

¿Qué hacían cuando eran pequeñas, cómo se entretenían?

-Como en frente a mi casa vivían mis abuelos, íbamos a jugar con mis primos a la mancha, a la lotería, cosas de chicos. Después nos compraron una vitrola - gramófono le decían-, con los discos nos entreteníamos mucho. Cuando apareció la radio, fue todo un adelanto, ahí dejamos los discos.
Todos los días eran iguales, los fines de semana mi padre en la mañana iba a Tablada y de tarde al tambo. Mi madre sí salía, porque teníamos a mi abuela que vivía en Agraciada y Maturana, cuando podía yo iba con ella, me encantaba. Y en verano nos llevaban a la playa. Íbamos a Capurro, estaban los carritos donde nos vestíamos con unos trajes de baño largos, con pantalones. Cuando hicieron el dique, se terminó la playa.

El carruaje y la playa Capurro

¿Cómo viajaban, qué transporte había?

-El transporte era en coche de caballos, era de un señor Nieves. Lo tomábamos en la carretera y nos llevaba al Paso Molino.
Después también se dedicó a ésto, un señor español llamado Benito, que tenía un hermoso carruaje. Además de llevar pasajeros, nos hacían mandados, traían paquetes de comercios de Paso Molino, por ejemplo, de la tienda Salvo. Los coches eran para 8 pasajeros, iban dos adelante y todos los que pudieran ir sentados entre medio y en la falda de otros.

¿Cuándo demoraban esos viajes?

-De mi casa al Paso Molino demorábamos más de una hora, era un viaje aburrido, había muy pocas casas. Los Bulevares no existía, se llamaba Chacra Vieja. Después se remató y fraccionó. El tranvía aparece alrededor de 1930, los fines de semana venía lleno y desde el centro se hacían picnic a La Barra.

¿Había bailes en el barrio?

-Pasando mi casa, hacia el centro, por la misma acera, había una mansión (hoy está derruida), también fue construida por un pariente mío. Luego vivió allí una señora muy alegre, que cuando quedó viuda comenzó a organizar bailes para los vecinos. Se hizo uno de disfraces, eran familiares, se hacían tres o cuatro en el año, venían orquestas importantes. En esa casa actuó Donato Racciatti.

¿Recuerda algún hecho que la haya marcado?

-Hubo un hecho trágico en Camino Flores y Camino El Jefe, vivían tres solteronas y un día, un sobrino mató a una de ellas para robarla. Fue un hecho que conmocionó a la zona.

¿Cómo era la asistencia médica en esa época?

-Los médicos que nos visitaban venían de Paso Molino, recuerdo alguno de ellos como el doctor Maquiron, el Dr. Raffo y el Dr. Puppo.
Al principio, llegaban en coche de caballo, después se fueron comprando automóvil. La visita costaba 5 pesos.

¿Qué le gusta más, la vida de hoy o la de su juventud?

- A mí me gusta la vida de ahora. Antes salíamos y teníamos que regresar temprano, a las 6 o 7 de la tarde tenía que estar lista la cena, vivíamos en torno a la cocina. Hoy la vida es más activa, ha adquirido otros derechos y obligaciones también. Hay otro ritmo. Yo creo que he ido de la mano con el progreso.
Nos fuimos maravillados con las vivencias y anécdotas que Renée nos narró, con tanta lucidez y una empatía increíble.
Setiembre 1995